Alexander von Humboldt explora Venezuela: 10

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Alexander von Humboldt escribe sobre un episodio curioso en el que los habitantes del pueblo de Manicuare les muestran a él y a Bonpland las "piedras de ojo". Los nativos pensaban que ciertas piedras que hallaban en la arena de Araya eran a la vez piedras y animales. Cuando uno coloca estas piedras sobre una superficie limpia y les echa zumo de limón, estas se mueven hacia un lado. Humboldt reconoció la razón de este movimiento: se trataba de conchas marinas que reaccionaban con el ácido cítrico y el ácido carbónico de manera parecida al pan en hornos con superficies planas. Los nativos no querían oír de esas explicaciones. Los aborígenes usaban esas piedras también para provocar más lágrimas, probablemente en ceremonias de luto.

Al oriente de Manicuare, en la parte sur de Araya, Humboldt describe tres cabos: Punta de Soto Punta de la Brea y Punta Guaratarito. En la Punta de la Brea identificó una fuente de nafta cuyo olor se percibía en gran parte de la península. Humboldt se metió en el mar hasta que el agua le llegó al pecho para llegar a esta fuente. Alrededor de él había algas zosteras y justo en el centro, ulva lactuca. Justo debajo de esta última alga surgía la nafta. Salía amarillenta y junto a burbujas de aire. La nafta cubría más de 300 metros del fondo marino. Humboldt se extrañó de que en esa zona la nafta o brea saliesen de niveles inferiores a las capas sedimentarias en otras regiones en el mundo. Como ya entonces se suponía que el petróleo era producto de la decomposición de material orgánico, esto resultaba raro.





Al anocher, los científicos partieron de Manicuare en un bote de pescadores de regreso a Cumaná. Para explicar cuán calmado es el mar en esa zona, Humboldt explica que pese a que el bote era pequeño y estaba en mal estado, llevaba una vela muy alta. Los europeos buscaron el bote que les pareció en mejores condiciones y aun así este tenía tantos huecos que el hijo del navegante tenía que sacar agua todo el tiempo con una tutuma. Es la improvización que aun persiste en Venezuela.

En el Golfo de Cariaco las piraguas cargadas de coco se volcaban cuando había corrientes muy fuertes, pero nadie temía eso salvo los que no sabían nadar bien porque si llegaba a pasar, el pescador indio volvía a poner la piragua en su posición inicial mientras que un hijo recogía a nado los cocos. En menos de un cuarto de hora la piragua estaba de vuelta moviéndose con su vela sin que el indio se hubiese quejado.


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