Traduzco el resto de esta parte:
"Entre los morenos cuyas chozas se hallan alrededor del mar de sal había un zapatero de sangre castellana. Nos recibió con la seriedad y autocomplacencia que en estas regiones suelen ser propias de casi todas las personas que se creen particularmente dotadas. Estaba tensando la cuerda de su arco y sacando puntas a flechas para dispararles a los pájaros. Su profesión de zapatero no podía darle mucho en un país donde la mayoría de la gente anda descalza. Se quejaba porque la pólvora europea fuera tan cara y que un hombre como él tuviese que usar las mismas armas que los indígenas. El hombre era el oráculo instruido del pueblo; sabía cómo se formaba la sal por influencia del sol y de la luna llena, conocía los agüeros de los terremotos, las indicaciones de presencia de oro y plata en el suelo y las plantas medicinales que él, como todos los colonos de Chile a California, dividía en calientes y frios (exitadores o debilitadores, esténicos o asténicos según el sistema de Brown). Había compilado los relatos históricos de la región y nos proporcionó informaciones interesantes sobre las perlas de Cubagua, un artículo de lujo que trataba de manera muy menospreciante. Para mostrarnos cuánto sabía de la escritura sagrada, citó satisfecho el dicho de Job de que la sabiduría debía ser tenida en más valor que las perlas. Su filosofía no iba más allá del estrecho círculo de las necesidades vitales. Un sencillo burro que pudiese llevar un buen cargamento de cambures era el más alto de todos sus deseos.
Después de un largo discurso sobre la vanidad de la arrogancia humana, sacó de una bolsa de cuero perlas muy pequeñas y oscuras e insistió en que las tomásemos. Al mismo tiempo nos dijo que escribiésemos en nuestras notas que un pobre zapatero de Araya, pero un hombre blanco y de noble sangre castellana nos había podido regalar algo que allende el mar se consideraba como una prenda de lujo. Con algo de tardanza cumplo con la promesa que le hice al buen hombre y me alegra poder decir que su desinterés no le permitía recibir nada a cambio. La costa de las perlas luce tan miserable como la "Tierra del Oro y Diamantes" de Choco y Brasil, pero la pobreza no está acompañada aquí por la codicia sin límites producida por las riquezas del reino mineral"
Si Humboldt supiese lo que ocurrió en Venezuela un siglo y pico después...
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